29.08

Nunca escuchamos sonar el despertador así que salimos de la cama por instinto y yo creo también por hambre. Rajando fuimos a tomar el desayuno porque si no llegábamos antes de las 10 lo perdíamos y mientras nos clavábamos unas buenas tostadas planeamos el día. Nos pegamos un duchazo y salimos caminando en dirección al estadio del Arsenal, para ver si conseguíamos entradas. Esa noche jugaba el local contra un equipo ruso por la Champions League (que viene a ser como nuestra Copa Libertadores) y teníamos muchas ganas de ir.

Llegamos a la cancha luego de una breve caminata y la verdad que el lugar imponía respeto. Una cancha nueva toda de cemento con una explanada gigante de cemento también que la rodeaba. Como era de esperarse la boletería quedaba en la punta opuesta a donde habíamos arribado y, como era de esperarse también, las entradas estaban agotadas.


Sin perder animo ni fuerzas, salimos para otro de los tantos mercados que tiene Londres: el Spitfields Market. Llegamos esperando encontrarnos con algo realmente impactante como venían siendo los otros mercados pero no fue así. Este eran solo 5 tienditas de mala muerte con alguna ropa de diseño, buena pero bastante salada. Nada tradicional para ver ni nada interesante para observar. Mucho más divertido es la información que pasa por la calle que la que está en este mercadito. Juntamos fuerzas almorzando en un Subway, donde nos hicimos amigotes de la gordi que atendía y nos hizo los sándwiches más grandes del planeta, y luego seguimos nuestra caminata por Londres.

Cada barrio es distinto, cada tienda tiene algo para ver y cada calle vale la pena mirar bien (sino te pisan). La caminata nos reubicó nuevamente en Oxford Street, vimos todo lo que nos faltaba en una tienda de deportes que era el paraíso, y a mitad de camino del hostel frenamos a tomar unas cervezas en el típico bar inglés y de paso nos vimos el partido del Arsenal. Marcharon un par de pintas antes de pasar por el súper y comprar algo para cenar en el Hostel.