viernes, 21 de septiembre de 2007

02.09

Amanecimos en nuestro nuevo pituco hotel para desayunar. Allí nos recibió el conserje que haciéndose el amigo trató de embaucarnos para quedarnos allí y pagar más. Comimos todo lo que estaba al alcance, nos duchamos y salimos a recorrer Ámsterdam con un excelente sol que invitaba a caminar.


Para no perdernos conseguimos un plano de la ciudad con las mayores atracciones y arrancamos para el centro. A mitad de camino nos encontramos con el barrio de Leipstein, pero decidimos dejarlo para más adelante. Seguimos caminando, siguiendo el recorrido del tranvía y empezaron a aparecer esas pequeñas cosas que hacen que una ciudad sea más linda que otro. Primero apareció un parque perfectamente cortado, después el museo de Van Gogh y a los pocos metros el primero de los tantos canales que tiene Ámsterdam.


Seguimos caminando prometiéndonos que a la noche íbamos a volver a Leipstein porque en un bar iban a pasar a Boca, y nos internamos en el centro mismo de la ciudad. Callecitas increíbles llenas de tiendas para comprar no se que y muchos coffee shops. Pasamos un rato por el museo de la ciudad, hasta luego si y, después de un buen rato de caminata terminar en la plaza Dam que es el centro, bien llamado centro. Allí varios intentan ganarse la vida haciéndose estatuas vivientes que solo motivan a los chinos.


Luego de un rato nos fuimos a conocer la mítica zona roja pero como todavía había luz no impresionaba tanto. Al caer la tarde empezó a hacer frío así que decidimos volver al hotel para abrigarnos y al llegar nos informaron que teníamos que mudarnos a nuestro hotel si o si. Armamos las valijas rápidamente y cuando terminamos de desarmarlas en el nuevo cuarto se largó un diluvio que frustró la visita al bar para ver a boca.

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